Kholle Espagnol Sheinbaum y lo que dicen sus mañaneras Jorge Zepeda Patterson, El País, 10 de octubre.
Publié le 07/12/2024
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Sheinbaum y lo que dicen sus mañaneras
Jorge Zepeda Patterson, El País, 10 de octubre.
Las banderas y los principios ideológicos de Andrés Manuel López Obrador y Claudia
Sheinbaum podrán ser los mismos, pero la primera semana de mañaneras arroja
interesantes pistas de los contrastes en forma y fondo entre ambos mandatarios.
Habrá tiempo para valorar el contenido y el alcance de cada una de las estrategias y
políticas públicas que se han presentado en esta semana; se requeriría un análisis puntual
de cada una de ellas.
Ahora solo abordaría las diferencias sustanciales en la manera en que
uno y otra eligieron para relacionarse con el resto de la nación.
Y, en ese sentido, las
mañaneras constituyen un escaparate significativo.
De entrada, las diferencias de forma.
Hay un esfuerzo deliberado para hacerlas más ágiles y
acotadas: una duración de hora y media (7.30 a 9.00), en lugar de las largas sesiones
abiertas que se extendían entre dos y media a tres horas.
Segundo, el énfasis informativo por encima del discursivo.
Las respuestas son mucho más
puntuales, profusas en datos y hechos concretos.
En las mañaneras de López Obrador
predominaba una respuesta al pulso político del momento, una reacción a los
cuestionamientos de medios y opinadores, y una expresión del estado de ánimo del
gobernante.
En las de Claudia Sheinbaum responden claramente a una agenda programada
y exige presentaciones gráficas y textos breves de parte de sus colaboradores.
Tercero, la profesionalización de sus interlocutores.
Las nuevas mañaneras establecieron
normas de participación para reforzar el carácter periodístico de la conferencia de prensa.
Algunas quedaron por escrito, otras son recomendaciones puestas a circular entre los
habituales.
La idea es evitar que en las preguntas se cuelen gestiones disfrazadas,
promoción de actores políticos y, sobre todo, invectivas contra terceros.
Resulta evidente la
intención de favorecer la participación de periodistas profesionales, incluyendo, sí, los
nuevos medios digitales, pero no así a los muchos activistas y operadores de redes sociales
propagandistas de Morena que habían terminado por ocupar buena parte del auditorio.
No
han sido desterrados del todo, pero han dejado de llevar la voz cantante.
Sin embargo, los principales cambios son de fondo, y proceden del muy distinto sitio desde
el que ambos encararon el estado de la política que les tocó iniciar.
Por un lado, porque el
país de 2024 es muy diferente al de 2018; segundo, porque por origen y trayectoria López
Obrador y Claudia Sheinbaum proceden de universos contrastantes.
La manera de
gobernar, de concebir y de gestionar el poder también lo es.
López Obrador gobernó al país como si fuera la continuación de su larga marcha como
opositor.
En cierta forma, en Palacio Nacional siguió siendo un candidato en campaña en
contra del sistema.
En parte respondía a la situación que prevalecía en 2018, a la
resistencia de los poderes fácticos a los cambios anunciados y a sus temores (reales o
inventados); y en parte obedecía a la pertenencia del tabasqueño a ese México profundo,
cargado de los muchos agravios acumulados.
Consolidar el poder político de su movimiento
era esencial para asegurar la estabilidad de su Gobierno y garantizar al menos una segunda
oportunidad a la 4T.
Consecuentemente sus mañaneras cumplían ese propósito.
Una permanente legitimación
de sus premisas y valores, respuesta a las críticas recibidas, arenga política en contra de
adversarios, discurso emocional dirigido a los sectores populares para confirmar día a día la
identidad entre el líder y su base social.
Se informaba sí, pero en la lógica del presidente lo
más importante era contrarrestar la propaganda adversa que enlodaba a su gobierno.
Ningún espacio para el diagnóstico crítico o informaciones que resultaran incómodas.
Las mañaneras de Claudia Sheinbaum responden a otra lógica, entre otras cosas porque
parten desde una posición de poder muy diferente.
La oposición está desdibujada y los
poderes fácticos ahora tienen claro que esta fuerza política llegó para quedarse otro rato,
luego del triunfo aplastante este verano.
Por lo mismo, se advierte de parte de la élite
económica y de los medios de comunicación una actitud más avenida, menos confrontativa.
Para los actores de poder contrarios al obradorismo la estrategia en 2018 residía en alguna
forma de resistencia para minimizar o neutralizar el impacto del cambio.
Lo de hoy es buscar
acuerdos y modalidades que les favorezcan.
En fin, Sheinbaum posee una mayoría
constitucional que abre todas las puertas y el control del territorio gracias a la inmensa
mayoría de las gubernaturas.
Todo esto se advierte en las mañaneras.
Más que afianzar su poder a toda costa, su desafío
consiste en encontrar la forma de utilizarlo para encarar los graves problemas del país.
La
presidenta no renuncia a mostrarse como líder de un movimiento político, pero le interesa
aún más presentarse como una gestora responsable de la administración pública,
empeñada en ordenar, eficientar, modernizar.
Lo suyo es informar, explicar, aclarar, disolver
temores, generar confianzas y evitar el ataque innecesario, salvo en los casos en que
considera imprescindible pintar su raya.
Frente al enorme reto de ser la primera presidenta
en un país de círculos de poder masculinos y asumir el relevo de un líder tan poderoso
como López Obrador, Sheinbaum sabe que su tono debe ser de firmeza y certidumbre, sin
titubeos.
Pero, al mismo tiempo, debe desmontar los temores de que los superpoderes
recibidos se transformen en un gobierno autoritario.
Una delgada línea que, hasta ahora, ha
resuelto en buenos términos o parece estar encontrando el tono adecuado.
Lo que estamos viendo hasta ahora es la confirmación de que la silla presidencial está
ocupada por una científica, por una mujer decidida a dejar su impronta de mujer, por un
cuadro progresista de la izquierda moderna, urbana e ilustrada, por una ejecutiva profesional
o CEO de la cosa pública.
El mismo movimiento, un liderazgo diferente.
Mañaneras tan
parecidas y tan distintas.
Texte traduit :
Les drapeaux et les principes idéologiques de Andrès Manuel Lopez Obrador et
Claudia Sheinbaum pourraient être les mêmes, mais la première semaine de
matinale donne d’intéressants indices des contrastes de forme et de fond entre
les deux dirigeants.
Il y aura du temps pour apprécier le contenu et la portée de chacune des
stratégies et politiques publiques qui ont été proposé pendant cette semaine ; il
faudrait un analyste ponctuel de chacune d’entre elles.
Aujourd’hui je vais
seulement aborder les différences substantielles de la manière dont chacun a
choisi d’interagir avec le reste de la nation.
Et, en ce sens, les matinales
constituent une vitrine significative.
D’entrée, les différences de forme.
Il y a un effort délibéré pour les rendre plus
agiles et limitées : une durée d’une heure et demi, plutôt que les larges sessions
ouvertes qui s’étendaient entre deux heures et demi et trois heures.
Deuxièmement, le volet informatif au-dessus du discursif.
Les réponses sont
beaucoup plus ponctuelles, abondantes dans les faits et les données concrètes.
Dans les matinales de Lopez Obrador prédominait une réponse à la pulsion
politique du moment, une réaction aux questionnements des médias et aux
opinions, et une expression de l’état de l’humeur du gouvernement.
Dans celles
de Claudia Sheinbaum, elles répondent clairement à un agenda programmé et
exige des présentations graphiques et des textes courts de la part de ses
collaborateurs.
Troisièmement, la professionnalisation de ses interlocuteurs.
Les nouvelles
manières ont stabilisé des normes de participation pour renforcer le caractère
périodique de la conférence de presse.
Quelques-unes ont été écrites, d’autres
sont des recommandations lises en circulation entre les habitués.
L’idée est
d’éviter que dans les réponses se faufilent des démarches déguisées, promotions
d’acteurs politiques et, surtout, des injections contre des tiers.
En résulte
évidemment l’intention de favoriser la participation de journalistes
professionnels, incluant, oui, les nouveaux médias digitaux, mais pas comme les
nombreux activistes et opérateurs des réseaux sociaux propagandistes de
Morena qui avaient fini par occuper une bonne partie de l’auditoire.
Ils n’ont pas
été bannis mais ils ne sont plus les meneurs.
Cependant, les principaux changements sont de fond, et viennent du plus
différent endroit d’où ils ont tous deux affronté l’état politique qu’ils ont dû
initier.
D’une part, parce que le pays de 2024 est très différent de celui de 2018 ;
deuxièmement parce qu’à l’origine et trajectoire Lopez Obrador et Claudia
Sheinbaum proviennent d’univers contrastés.
La manière de gouverner, de
concevoir et de gérer le pouvoir l’est aussi.
Lopez Obrador a gouverné le pays comme si c’était la continuation de sa large
marche en tant qu’opposant.
En quelque sorte, le Palacio National est resté un
candidat avec une campagne contre le système.
En partie répondait à la situation
qui prévalait en 2018, à la résistance des pouvoirs factieux aux changements
annoncés et à ses craintes (réelles ou inventées) ; et en partie obéissait à
l’appartenance du tabasqueno à ce Mexique profond, chargé des nombreuses
revendications accumulées.
Consolider le pouvoir politique de son mouvement
est essentiel pour assurer la stabilité de son gouvernement et garantir au moins
une seconde opportunité à la 4T.
Par conséquent ses matinales respectent cette proposition.
Une légitimation
permanente de ses prémisses et valeurs, réponse aux....
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