Ética - filosofia.
Publié le 02/06/2013
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obliga a una alternativa que traiciona nuestra pasividad, pues mientras no conozcamos el Sol como objeto de la astronomía, conjeturaremos inevitablemente sobre sualejamiento o su proximidad.
5 EL DESEO DE RAZONAR
Lo mismo sucede tratándose de la vida social, donde vivir según la razón (por naturaleza común a todos los seres humanos) es fundar la sociedad en base al deseo reflexivo(o racional), la utilidad recíproca y el acuerdo mutuo entre unos y otros.
Como no se puede evitar que existan buenos (conscientes) y malos (inconscientes), se imponenreglas de conducta.
Además, “el ser humano que se conduce según la razón es más libre en la ciudad, donde vive bajo la ley común, que en la soledad, donde no seobedece más que a sí mismo”.
Pues como la naturaleza o la esencia del ser humano es persistir o, en otras palabras, gozar infinitamente “del existir o del esse ”, en la ciudad encuentra la posibilidad de ejercer su capacidad (intelectual) probándola en contacto con sus conciudadanos, y dispone de ocasiones en las que establecer suecuanimidad o la afinidad de su alma, esto último en proporción a la igualdad de ser de todas las cosas (sea de Dios, o de la naturaleza).
En efecto, como “no hay ningunaafección del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto”, es decir, que no puede ser relacionado a la serie infinita de las causas, lo que podemos esintelectualizar o sublimar nuestras afecciones corporales o nuestra pasividad.
De manera que la acción moral no se regulará sobre preceptos, en definitiva siemprecontingentes, sino sobre el sentimiento moral, siempre racional por definición.
Siendo la razón nuestro supremo bien, se manifestará en la alegría, que va acompañada porla idea de su propia esencia: alegría que goza de sí misma, alegría de poder gozar infinitamente, es decir, el amor en sí y para sí (en Dios).
Lo que implica que nadie puede,sin equivocarse, odiar a Dios, ni a los hombres ni a la naturaleza.
6 EL DESEO DEL DESEO
El conocimiento objetivo o abstracto no es todavía el conocimiento llamado intuitivo o del tercer género, que sólo se aplica a las cosas singulares, a su “ipsidad” como modode ser.
En su esencia, modo eterno de la intelección infinita, el alma puede ser contemplada desde y a la vista de esta eternidad que no será una simple determinaciónnegativa del tiempo (sin principio ni fin), sino de todos los instantes sin ser ninguno.
Del mismo modo, en un envoltorio carnal, el cuerpo será irreductible a la consecuciónde las afecciones que el alma imagina irracionales (en el conocimiento del primer género) o racionales (en la ciencia del segundo género).
Estaría dotado de una forma o deuna corporeidad individual a la que corresponde una idea indivisa en Dios, pues es un modo eterno de la extensión infinita.
Y es que el concepto de división no es enSpinoza subsecuente al de la indivisión: ambos son, por decirlo así, coetáneos al formar parte de la economía general del ser (o Facies totius universi ).
En definitiva, el mundo se revela como expresión finita de un poder infinito, gracias al cual “sentimos y experimentamos que somos eternos”, por lo que nos es lícito meditar y contemplar,en proporción a nuestra persistencia, el orden de las realidades eternas, puesto que “nuestra alma es un modo eterno de pensar que está determinado por otro modo depensar, y este, a su vez, por otro, y así sucesivamente hasta el infinito”: esta reverberación pone de manifiesto la infinita afinidad de los modos finitos.
Así, a través deltercer género de conocimiento, la inteligencia de las cosas (“esfuerzo supremo del alma y de su virtud suprema”) conduce al amor intelectual de Dios, ejercicio puro deintelección que podríamos llamar naturans .
De forma que el ser humano, como modo naturata o determinado, se reduce como reflexión a la segunda potencia.
No, sin embargo, como las propiedades de una figura geométrica, dejándose deducir de su definición, puesto que “un efecto es el más perfecto de todos si es producidoinmediatamente por Dios”, de manera que la afinidad intelectual (del mundo) y la inteligibilidad infinita (de la sustancia) no se entienden ya en términos de definición (trasla deducción), sino de manera cogenital, connatural o innata, razón por la que podemos acceder a la beatitud, o satisfacción propia en la aquiescentia in se ipso .
A Spinoza no le importa que la sabiduría o la salvación sean algo “arduo que se alcanza muy raramente”, y no estén “en nuestra mano o sean accesibles sin gran esfuerzo”: secontenta con “fijar el vértigo” de la eternidad, produciendo una de las obras más grandes jamás escritas, es decir, una de esas cosas bellas sobre las que él mismo concluyeque son “tan difíciles como raras”.
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